Los cristianos estamos llamados a realizar a través de nuestra vida de todos los días el sacerdocio bautismal que Cristo nos legó y que nos transforma en instrumentos de su gracia para llevar a todos nuestros hermanos la salvación que se nos prodiga sin límite. De esta manera el Espíritu Santo suscita en la Iglesia un llamado a vivir en la disponibilidad de nuestra entrega a favor de nuestros hermanos para que la salvación llegue a todos sin distinción.
El camino de la entrega y de la ofrenda nos conduce hasta el Corazón de Jesús y nos hace partícipes de la redención universal. Este camino se vive cada día en la íntima convicción de que Dios se sirve de cada cosa que vivimos y ofrecemos con amor para llevar la salvación allí donde es más necesitada.
Las armas que el Sagrado Corazón pone en nuestras manos son la confianza y la humildad para que el Espíritu Santo se sirva de cada uno de nosotros como medios y vías de salvación para todos nuestros hermanos.
Este es un llamado a vivir el misterio de la vida de la gracia que hemos recibido en nuestro Bautismo como almas corredentoras al servicio de la Iglesia y de todos los hombres.