El Icono como camino de encuentro y unión con Cristo a través de María
“El ícono no es un retrato, sino un anticipo de la futura humanidad transfigurada” (Eugenij Trubetzkoy) y “da testimonio del mundo del más allá y de sus moradores. No demuestra, sino que muestra” (Sergei Bulgakov).
A través de la experiencia de esta presencia divina por medio de la contemplación del ícono -que nunca es abstracta ni deja de impactar a quien la vive- se va despertando en quien lo contempla el deseo de la verdadera Belleza, la de Dios. Muchas personas se sienten atraídas y experimentan gran consuelo y recogimiento cuando en silencio contemplan un ícono elevando su plegaria a Dios.
El ícono de María, Madre de los peregrinos nos revela, si nos disponemos a descubrir su verdadero sentido y belleza, que ella es el medio seguro y el camino directo para llegar a Jesús. Su mano derecha nos señala a su Hijo, invitándonos a creer y confiar en él; como si el anhelo de su Corazón fuera que lo reconozcamos verdaderamente como a nuestro Salvador. Sobre su brazo izquierdo, cual trono, está el Niño Jesús. Él sostiene en su mano el Libro de las Sagradas Escrituras donde se encuentra la Verdad revelada. En él están escritas las palabras “Yo Soy” y “El Camino”, para señalarnos que él es Dios y al mismo tiempo es el Camino que nos lleva al Padre. Asimismo en su mano izquierda junto al Niño, María sostiene una cruz, signo de nuestra entrega, del seguimiento y de la unión con Jesús. La mano derecha de María señala a Jesús como si nos dijera: Hagan todo lo que él les diga (Juan 2,5), intercediendo al mismo tiempo por todos nosotros.
Debajo de la manga derecha del manto de la Virgen están representados todos los peregrinos, los que caminan y son guiados por ella, los que van por la senda de la entrega de sí mismos y de la ofrenda. María, la Madre, los anima y sostiene en todo momento y les indica el Camino que es Jesús. Ellos se distinguen vistiendo el hábito marrón propio de los peregrinos, símbolo de la tierra y signo de la propia pequeñez, fragilidad y necesidad de la intercesión de María. Sus manos están extendidas en actitud de entrega, ofreciendo la totalidad de sus vidas a Jesús por medio de su Madre. La Virgen también está vestida con el manto oscuro de quienes peregrinan, simbolizando de esta manera su deseo de caminar junto a nosotros toda nuestra vida. Las miradas de Jesús y de María se abren a todos nosotros.