Cuando vivimos conscientes de la presencia de Dios, comenzamos a comprender que nuestra vida es un verdadero camino que se dirige sin pausa a la obtención de la Vida para siempre. Por eso, Peregrino es aquél que se encamina hacia una meta. Así sucede en las grandes peregrinaciones: llegar es el objetivo, y es también el aliciente para seguir caminando no obstante el cansancio y las dificultades del camino.

Mirando el camino recorrido de nuestra entrega diaria a Dios es como podemos ir reconociendo que él ha estado a nuestro lado acompañándonos y encaminándonos a la plena realización de su obra en nosotros durante toda nuestra vida.
Si cada día perseveramos en nuestro camino entregándonos más y más, ofreciéndolo todo y adhiriéndonos a la divina voluntad, el Amor de Dios irá transformando nuestro corazón, convirtiéndolo en medio para que nuestros hermanos reciban la gracia con la que nosotros somos santificados. Esto sucede cuando ponemos en las manos de Dios nuestra vida entera.

El camino más expedito para llegar a nuestro Salvador es por medio de su Madre. A lo largo de todas estas páginas iremos comprendiendo más profundamente cómo obra el Espíritu Santo cuando nos disponemos a ser tocados y transformados por él. Esta transformación nos convierte en almas entregadas al servicio de la redención del mundo entero por medio de la propia entrega y ofrenda a Dios a favor de todos nuestros hermanos. Es difícil perseverar en el camino de entrega si no somos constantemente sostenidos por la gracia de Dios y animados cada día a entregar todo lo que vivimos para que rinda frutos de salvación para todos.

Todo camino espiritual necesita estar sostenido por la oración. Este libro tiene como objeto principal animar y acompañar al Peregrino en su diario caminar por la senda de la entrega y la ofrenda. Como un báculo, la oración sostiene al Peregrino en su itinerario hacia su entrega total a Dios para la salvación de las almas.

La senda que recorre el Peregrino en su diario caminar, entregándose a sí mismo, tiene como meta vivir la unión con Dios por medio de la aceptación amorosa y confiada de su divina voluntad. Para poder vivir íntimamente esta unión, el Espíritu Santo lo conduce por la senda de su propio abandono en las manos de Dios.

Los cristianos estamos llamados a realizar a través de nuestra vida de todos los días el sacerdocio bautismal que Cristo nos legó y que nos transforma en instrumentos de su gracia para llevar a todos nuestros hermanos la salvación que se nos prodiga sin límite. De esta manera el Espíritu Santo suscita en la Iglesia un llamado a vivir en la disponibilidad de nuestra entrega a favor de nuestros hermanos para que la salvación llegue a todos sin distinción.