Los Santos Ángeles de Dios
La presencia de los santos ángeles en el acontecer de nuestra vida no debe sorprendernos. Es verdad de fe que los ángeles existen y que son seres puramente espirituales, que tienen inteligencia y voluntad y que, como seres puramente espirituales, son personales e inmortales. Nuestra fe nos enseña a confiarnos de ellos, a invocarlos en nuestras necesidades y a pedirles su intercesión ante el trono de la gloria de Dios al que tienen acceso constantemente. Son muchos los pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento en donde se hace mención de los ángeles y nos los muestran activísimos en su tarea de protegernos y guiarnos, sirviendo al mismo tiempo de mensajeros entre Dios y los hombres, siempre atentos a la voz y a las órdenes del Altísimo.
“El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza; por su naturaleza es un espíritu, por lo que hace es un ángel” (San Agustín).
En su liturgia, la Iglesia se asocia a los ángeles para dar honra a Dios y adorarlo, e invoca constantemente su asistencia, teniendo en cuenta que ellos están unidos a Dios mediante el amor pleno que nace de la contemplación de la Santísima Trinidad, que es la más sublime manifestación de adoración. Ellos celebran en el cielo lo que la Iglesia celebra en la tierra unida al misterio de la santidad de quien es tres veces santo.
La Iglesia honra de manera particular, por medio del culto litúrgico, a los tres ángeles que están nombrados en la Sagrada Escritura. Ellos son: Miguel, Gabriel y Rafael. Su memoria se conmemora el 29 de septiembre.
Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael en la Obra de amor y redención
En nuestro camino de la entrega reconocemos que somos constantemente acompañados y sostenidos por la gracia de Dios. Es el mismo Espíritu Santo el que hace posible que podamos vivir en fidelidad a Dios haciendo que nuestra vida rinda grandes frutos de salvación para nosotros mismos y para nuestros hermanos. Pero no debemos olvidar que a nuestro lado caminan los santos ángeles que son enviados por Dios a todos los hombres y especialmente a quienes cumplen una misión en la Iglesia. Nuestra misión como peregrinos es caminar en la fidelidad a Dios por medio del carisma que nos ha sido dado: la entrega como camino de santificación y la ofrenda de sí por la salvación de las almas. Esta misión es ayudada, respaldada y sostenida especialmente por los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Por eso debemos confiarnos a ellos e invocarlos siempre, sabiendo que el Padre ha puesto a nuestro lado a esta fuerza singular para ayudarnos a perseverar sostenidos en la fe, la esperanza y el amor.
La Obra de amor y redención, como fuerza de unión espiritual, nos hermana a todos los hombres y mujeres del mundo que vamos de camino hacia la patria eterna y se confía especialmente al auxilio de los tres santos arcángeles.
Unámonos en estos nueve días a ellos pidiéndoles que intercedan por nosotros, por la Obra de amor y redención, por la Iglesia y por el mundo entero.
Preparémonos a celebrar su fiesta, unidos a toda la Iglesia