Bendice al Señor alma mía
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
Y te envuelves con un manto de luz. (Salmo 104, 1-2)
- Hoy me pondré en la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y pido al Espíritu Santo que alabe en mí para que se eleve mi alabanza hasta su presencia.
- Por unos minutos alabaré al Señor con el Salmo 104
- Tomo conciencia ante quien estoy, tratando de comprender el inmenso don que se me concede al poder alabar a Dios con los labios y con el corazón.
- Cuando alabo a Dios estoy diciéndole cuánto lo amo, reconociendo que él lo hace todo en mí, que él es mi Dios y Señor.
- Dejo que la alabanza, con la que he honrado hoy al Señor, quede impregnada en mi alma.