María es nuestro modelo por excelencia no sólo porque en ella están realizadas en plenitud todas las virtudes sino también porque nos enseña a vivir el camino de la entrega que, como peregrinos, vamos recorriendo día a día. Ella es la estrella que nos alumbra el camino, la dulce mano que nos levanta y nos lleva por las sendas del amor y de la entrega. Caminando de la mano de nuestra Madre vamos seguros y confiados. Basta que nos dejemos conducir por María y ella nos enseñará a ser dóciles al obrar del Espíritu Santo en nosotros.
Cada día, a lo largo de estos nueve días, consagraremos nuestro corazón a María, Madre de los peregrinos, dejándonos interpelar por todo lo que ella nos vaya mostrando. Este itinerario, que recorreremos durante estos nueve días, nos llevará a conocer más a nuestra Madre y a comprender cómo el corazón que se entrega se hace capaz de amar mucho y darlo todo en bien de los demás.
María, Madre de los peregrinos, es esencialmente la intercesora de toda la humanidad, especialmente de los que más necesitan de la misericordia de Dios. Es quien acompaña a la Iglesia entera en el ejercicio de la caridad obrante. Por ella llegamos rápidamente hasta el Corazón del Hijo con la ofrenda de nuestra vida para que todo lo vivido dé frutos de redención para el mundo entero.
María es Medianera de todas las gracias y está asociada a la obra redentora de Cristo. Como tal nos invita, como peregrinos e hijos suyos muy amados, a convertirnos en fuente e intercesores también nosotros de las gracias que se derraman hacia todos.
Unámonos a nuestra Madre con confianza sabiendo que por medio de ella todo es posible; reconociéndonos hijos predilectos suyos y poniéndonos a su servicio para que haga de cada peregrino un medio para la salvación del mundo.
(Su fiesta se celebra el 22 de agosto).