EL SEÑOR MULTIPLICA SU AMOR
PRIMER DÍA
PROPUESTA
Estamos aquí como respuesta a la invitación que nos hiciera el Señor cuando comenzamos este año con nuevos deseos de encontrarnos con Él. Cada año se nos presenta como un desafío en este camino que estamos recorriendo de nuestra entrega, porque el Amor quiere hacernos sus instrumentos, que aprendamos a amar más y a entregarnos para que Él pueda realizar en nosotros una verdadera obra transformadora.
Hemos venido entonces a dejarnos tocar, a dejar que sea el mismo Dios, por medio de su Espíritu Santo, el que tome la delantera en estos días y nos muestre qué quiere de cada uno de nosotros. El Padre, en su Infinito Amor y por medio de nuestro Salvador, nos ha escogido. Es a nosotros que llama y convoca porque quiere enseñarnos los tesoros de gracias que tiene para darnos, quiere que renovemos nuestro espíritu, que crezcan nuestras esperanzas y que por sobre todo nos sepamos especialmente amados por Él.
Por eso adentrémonos con confianza en estos días en este Misterio de Amor que nos quiere para Sí. Comprendamos que somos llamados, que su Amor nos exhorta a dar un paso más adelante, a comprometernos más y a dejarnos transformar por Él.
La vida del cristiano puede pasar dando mucho fruto, dejando que Dios todo lo haga en él, que cambie sus debilidades en grandes fuerzas y su pequeño amor en una hoguera capaz de encender el corazón en un deseo cada vez mayor de Dios y del Reino que nos tiene prometido. Entendamos que es Dios mismo que nos llama y dejemos en este retiro que nos haga suyos, sin temor, con mucha confianza.
SEGUNDO DÍA
DENLES DE COMER USTEDES MISMOS
“Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. (Lucas 9, 12-13)
Ubiquémonos en el contexto del Evangelio
Supongamos que somos nosotros los que estamos en un lugar desierto, es decir, sin agua ni comida, y tampoco tenemos un lugar donde pasar la noche. En una palabra, nos encontramos desprovistos de todo y la noche se viene encima. A esta situación, de por sí estresante, agreguemos que vienen con nosotros un grupo grande de personas. Esta escena la trasladamos al momento en que Jesús dice: ¡Denles de comer ustedes! Este es el mandato y la señal por la que debemos creer que el Señor quiere obrar en nosotros y por medio nuestro todos los días de nuestra vida sea que estemos necesitados o no.
Qué nos dice el Espíritu Santo
Hoy el Señor quiere enseñarnos a confiar. Quiere que pongamos en Él toda nuestra esperanza. ¿Existe algo que Él no pueda hacer por nosotros? Jesús les pide a sus discípulos que resuelvan la crítica situación por sí mismos. Los prueba para que aprendan y tengan confianza, para que sean ellos los instrumentos por el que Él va a realizar el milagro. La solución que le presentan los apóstoles es: “Mándalos a procurarse ellos su alimento”. La respuesta de Jesús ante la disyuntiva es: “¡Háganlo!”. El amor y el servicio pasan a ser lo prioritario, y Jesús se dispone a hacer el milagro.
Preguntas que me ayudarán a comprender mejor lo que Él me pide hoy
La escena de la multiplicación de los panes y los peces, ¿me exhorta a confiar aún en las situaciones más difíciles? ¿Recuerdo haber pasado por dichas situaciones sostenido solo de mi confianza en Él?
El desierto puede representar situaciones de pena y desolación donde no encontramos salida alguna, ¿soy consciente de que siempre necesito de la ayuda de Dios? ¿Busco resolver todo por mí mismo?
¿Qué me dicen hoy estas palabras de Jesús: “Denles de comer ustedes mismos”? ¿Me siento llamado por Él? ¿A qué?
TERCER DÍA
ERAN ALREDEDOR DE CINCO MIL HOMBRES
Pero ellos le dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. (Lucas 9, 13)
Ubiquémonos en el contexto del Evangelio
Ubiquémonos nuevamente en el lugar desierto en el que Jesús ha estado hablando a la multitud, contestado sus preguntas y sanado a los enfermos. Por lo que se describe en el Evangelio no parecería que esas gentes hayan estado dispuestas a dejar a Jesús. Parecería que se han olvidado del hambre y del cansancio. Jesús, que todo lo conocía y veía en el corazón de las personas, debió estar muy contento, su Corazón henchido de amor. ¡Y eran cinco mil hombres! Es decir una multitud muy grande, toda expectante a las palabras y a los gestos del Señor. Jesús quería que permanecieran junto a Él. Los discípulos por el contrario no guardan los mismos sentimientos de nuestro Salvador, pero le presentan los panes y los pescados.
Qué nos dice el Espíritu Santo
No es necesario que hagamos un esfuerzo para comprender la alegría de Jesús ante tan gran muchedumbre que lo escucha. Esta alegría está en que quiere que sus Palabras, que son Vida Eterna, llenen sus corazones y se conviertan a la Buena Noticia. Su propósito es alimentarlos del alimento del espíritu pero comprende las necesidades humanas y se compadece. Jesús siempre se pone a nuestro nivel y responde a nuestras necesidades. Pero quiere obrar por medio de los suyos. Quiere que seamos nosotros los que hagamos posible que Él se manifieste, que Él sea conocido y amado. Jesús quiere amar por medio nuestro.
Preguntas que me ayudarán a comprender mejor lo que Él me pide hoy
¿Cuáles son los panes y los pescados que tengo hoy para ofrecer?
¿Reconozco que recibo mucho? ¿Me sé acreedor de múltiples dones y gracias con las que el Señor me ayuda y me empuja en mi camino que hoy recorro de mi entrega?
¿Se reconocer las necesidades de los demás? ¿Me dispongo a dar lo que tengo para que el Señor se sirva de mí para bien de otros?
CUARTO DÍA
LOS FUE ENTREGANDO A SUS DISCÍPULOS PARA QUE LOS REPARTIERAN
“Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de cincuenta”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas”. (Lucas 9, 14-17)
Ubiquémonos en el contexto del Evangelio
Por un momento fijemos nuestra mirada en los que están sentados, una multitud no fácil de contar. Todos los ojos están puestos en Jesús esperando ver qué sucede. Jesús toma los panes, toma los peces y los bendice; después los parte y luego los entrega. Luego de hacer este gesto Jesús debió quedarse esperando a ver la reacción de la gente, primero de sus discípulos y después de la multitud. Para cada cual habrá tenido su significado, pero para los apóstoles es un llamado elocuente a colaborar en la redención de las almas dando de comer a los hambrientos del espíritu y del cuerpo.
Qué nos dice el Espíritu Santo
El Espíritu Santo nos dice hoy que hay muchos hambrientos en el mundo, muchos sufren hambre de Verdad, de conocimiento de Dios y de respuesta. Muchos hay que tienen carencias materiales, muchísimos son los que tienen necesidad de Dios. El Señor nos provee de todo lo necesario para que seamos nosotros hacedores y no meros espectadores de las realidades que nos rodean. No nos pide lo imposible, nos pide que nos abramos a su Gracia para hacernos capaces de recibir de Él. Entonces sí, podremos salir a los hermanos para llevarles de los tesoros que tenemos, que son la gracia que nos santifica, las virtudes que el Espíritu Santo hace crecer en nosotros, nuestra fe, esperanza y nuestro amor. El Señor sabrá repartirlos entre la multitud.
Preguntas que me ayudarán a comprender mejor lo que Él me pide hoy
El Señor multiplicó los panes y los pescados, ¿comprendo que puede multiplicar todo lo que le ofrezco para bien mío y de otros?
Jesús hizo el milagro sirviéndose de lo que había disponible. ¿Me doy cuenta que todo le sirve si lo entrego y ofrezco?
¿Qué significado tienen para mí, en el contexto de lo que hoy vivo, las doce canastas que sobraron? ¿Reconozco que recibo de Dios en abundancia?
CIERRE DE RETIRO
Próximos a partir nos podemos preguntar cuánto es lo que nos llevamos, cuánto hemos recibido de Dios en estos días. Nos podemos preguntar si hemos podido escucharlo.
El Señor siempre que nos llama, siempre que nos invita, es para darnos mucho, quiere que nos vayamos llenos de Sí, de su Amor y de sus gracias.
Nos vamos con nuestras canastas llenas porque quiere que nosotros también demos a los demás. Y cuanto mayor sea nuestra capacidad de dar, nuevamente se llenarán porque hemos aprendido que todo lo recibido debe rendir mucho fruto para que sea multiplicado y así nada se pierda.
Volvamos con nuestros corazones rebosantes de las gracias recibidas y hagamos que, mientras vamos de camino, el Señor se sirva de nuestros panes y de nuestros pescados.