1er. Misterio: El Bautismo de Jesús
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección. (Mateo 3,16-17)
Contemplemos esta epifanía: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en el Bautismo del Señor. Cuando oramos y nos ponemos en presencia de Dios Uno y Trino, también para nosotros se abre el cielo y el Espíritu Santo desciende sobre cada uno para instruirnos en nuestro camino. Te pedimos María que nos enseñes a rezar como tú lo hiciste. Que la oración sea parte de nuestro itinerario hacia la vida eterna. ¡Gracias Madre por rezar tanto por nosotros!
2do. Misterio: Las Bodas de Caná
La Madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. (Juan 2, 3)
No era necesario que María dijera más. Estas palabras son una súplica a su Hijo. Oh Madre querida, que estás siempre atenta a nuestras necesidades. Nada carece de importancia para ti cuando se trata de ayudar a tus hijos. Virgen Santísima, Madre de los Peregrinos, acompaña a estos hijos tuyos que buscamos vivir la fe comprometida y de manera total. Que guiados por ti podamos dar mucho fruto de salvación para nosotros mismos y para todos los demás.
3er. Misterio: El Anuncio del Reino de Dios
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca. (Mateo 4, 17)
Jesús se instala en Cafarnaún, a orillas del lago de Genesaret y comienza su predicación invitando a la conversión. Este llamado pone sobre alerta acerca del acontecimiento más grande, que es que el Reino de Dios ya viene a los hombres. Para eso es necesario creer y prepararse. Madre nuestra, ayúdanos a ser conscientes de que el Reino viene a nosotros cada día por medio de la gracia transformante, ayúdanos a estar siempre preparados para recibirlo, que podamos vivir en constante conversión para hacernos dignos de él.
4to. Misterio: La transfiguración de Jesús
Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien que estamos aquí!”. (Mateo 17, 4)
Esta felicidad de Pedro responde a la alegría de ver a Jesús glorioso junto a Moisés y Elías. La presencia de Dios en nuestras vidas trae consigo esa paz y alegría que quisiéramos atesorar. Son los momentos en los que el Señor nos confirma en nuestra misión. María, Madre de los Peregrinos, no dejes de acompañarnos en nuestro camino, no te alejes mientras vamos hacia adelante. Enséñanos a llevar a cabo nuestra misión de peregrinos cada día por medio de nuestra entrega confiada a Dios.
5to. Misterio: La Institución de la Eucaristía
Siempre que coman este pan y beban esta copa proclamarán la muerte del Señor hasta que vuelva. (1 Corintios 11, 26)
Hasta el fin de los tiempos se celebrará la Cena del Señor y nosotros seremos alimentados por su Cuerpo y su Sangre. Porque este Pan es su verdadero Cuerpo y el vino su Sangre. Vivir la Eucaristía es un verdadero anticipo del Cielo. María, Madre nuestra, ayúdanos para que podamos recibir a nuestro Señor con alegría y devoción, con la seguridad que él jamás nos abandona. Intercede por nosotros cada día de nuestra vida. ¡Gracias Madre querida!