1er. Misterio: La oración de Jesús en el Huerto
Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando conmigo. (Mateo 26, 38)
María, no estuviste ajena a la agonía de tu Hijo en aquella hora. Como Madre y Medianera de todas las gracias, tus gemidos y lágrimas se unieron a los de Jesús. También tú rogaste al Padre para que los sostuviera y se llevara a cabo la obra de la redención. Todo el peso del pecado recayó sobre Jesús, este enorme peso también recayó sobre tu inmaculado y amoroso Corazón. Oh Madre, ayúdanos a reconocer que este inmenso sacrificio fue por cada uno de nosotros. Que podamos también nosotros asociarnos al sacrificio de Jesús y tuyo.
2do. Misterio: La flagelación de Jesús
Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud diciendo: “Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes”. (Mateo 27,24)
Pilato hizo azotar a Jesús para tranquilizar a la multitud que pedía a los gritos que lo crucificaran. Fueron necesarias estas heridas y necesaria esta sangre preciosa para que nuestros pecados de la carne quedaran purificados y perdonados. María, tus copiosas lágrimas lavaron el cuerpo martirizado de tu Hijo cuando fue depositado en tus rodillas. Ruega Madre nuestra para que esas lágrimas tuyas, unidas a la sangre de nuestro Redentor, nos laven de todas nuestras impurezas y egoísmos.
3er. Misterio: La coronación de espinas
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo: “¡Salud, rey de los judíos!” (Marcos 15, 16-18)
Despreciado y burlado, Jesús soportó el dolor de las espinas para expiar por nosotros nuestros pecados de soberbia, orgullo y vanidad. Que el Rey del Cielo y tierra fuera así humillado por unos soldados nos debe mover a reflexionar acerca de la pobreza de nuestras entregas. Madre nuestra, acompáñanos cada día en nuestro caminito de entrega para que podamos animarnos a darlo todo por amor a quien tanto soportó y tanto nos amó.
4to. Misterio: Jesús camino al Calvario
Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó a su arbitrio. (Lucas 23, 25)
Jesús cargó su cruz cuesta arriba por un monte árido y lleno de espinos hacia el lugar en que ajusticiaban a los criminales, porque como tal fue tratado. Su agonía se intensificaba a medida que iba subiendo hasta que no pudo seguir más. Entonces alguien lo ayudó. Madre, María de los Peregrinos, que esperabas a Jesús junto al camino hacia su destino de cruz, acompáñanos también a nosotros para que podamos llevar nuestras pequeñas cruces diarias, muchas veces cuesta arriba.
5to. Misterio: Crucifixión y muerte de Jesús
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: “Elí, Elí, lemá sabactani”, que significa: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27,46)
En la soledad y el abandono de la cruz muere Jesús. Muere también su Madre en su Corazón quedando sumida en la más grande de las soledades y angustia. Dejémonos interpelar por esta visión de nuestro Redentor muerto en la cruz junto a la Santísima Virgen que permaneció a su lado. Oh, Madre nuestra, permanece junto a tus hijos en todo momento. Tú que eres nuestra Madre, acompaña a quienes peregrinamos por el camino del amor que se da y se ofrece por todos. Ruega, María, por las almas de los impenitentes y de los que están por morir.